domingo, 13 de octubre de 2019

Recomponer el alma


Hay personas, que nos hacen falta muchas experiencias vitales para reconocer que un día, en una edad muy temprana, se nos rompió el alma. Puede y todo, que ya llegásemos a este mundo con ella hecha pedacitos y cada una de las experiencias  que decidimos vivir, son una muestra de cada trozo y la suma, crea lo que hoy somos.
Tener una infancia difícil, donde la soledad sustituye al cariño y el cuidado que un niño necesita, no es suficiente para justificar que ya de adulta, sigas sintiendo cierto vacío interno. Con lo has vivido, los buenos y malos momentos, parecía que todo estaba aceptado, pero no, siempre hay situaciones que te recuerdan, te conectan con algunas decisiones o direcciones que tuvimos que tomar simplemente, para poder sobrevivir. Decisiones que te quedan ancladas en lo más profundo y que surgen cuando parece que estás preparada para mirarlas directamente a los ojos y decirles por fin, adiós.  
Para explicar las razones por las que una ha llegado a ciertas conclusiones, no quiero hacerlo en plan victimista, pues es muy fácil culpar de todo al exterior y esperar que te cojan de la mano y te miren con pena, ni tampoco como una super heroína, aunque he sido capaz de sobrevivir manteniendo la cordura a situaciones bastante complicadas.  Tan sólo quiero salir de ese laberinto emocional que me provoca el recuerdo de cada instante que la vida me ha puesta a prueba, sin renunciar a ello, pero sí conseguir aceptarlo sin rabia, sin miedo, sin ese impulso a querer controlarlo todo que me empuja a ser tan dura conmigo misma. Esa mezcla entre la fragilidad y poderío soy yo. Sensibilidad infinita y empuje arrollador. Cuando consigo el equilibrio, realmente soy feliz, en esos momentos necesito bien poco para valorar la vida y ver todo lo bello que nos ofrece. Pero la realidad, es que no estamos solos y que en nuestro círculo más cercano son los otros los que nos muestran con sus actos nuestra propia realidad. Ellos pueden ser el reflejo de lo que realmente somos y poner límite, hoy en día, para mí es difícil. 
Soy la mayor de 4 hermanos. Del segundo hasta hace bien poco no hablaba, lo había dejado olvidado en algún rincón de mi memoria. Tenía 3 años cuando murió. En mi mente veo escenas de los pocos momentos que pude compartir con él. También del día que falleció. Todo fue muy extraño y por primera vez sentí un bloqueo emocional. En esa situación de dolor absoluto, yo no sentía nada, recuerdo mi intento de racionalizar ese momento, y claro que me tuvo que doler, hasta me tuvo que provocar mucho miedo, pues existía la posibilidad de que la próxima fuera yo, nunca sabía como iba a reaccionar mi madre y su mente enferma. Recuerdo como creé una estrategia de supervivencia para no hacerla enfadar, ya que ella, era capaz de pasar de un estado a otro sin previo aviso, ir de la dulzura a la violencia en menos de un suspiro. La necesitaba y le tenía miedo. Fue ahí cuando comencé a sentirme sola, abandonada y en peligro. 
Esta semana he hecho un gran descubrimiento, he podido entender por qué estoy tan apegada a mis hermanos, por qué tengo con ellos las exigencias de una madre y qué relación tiene con todo lo anterior. Cuando nació mi hermana tuve un sentimiento tan fuerte de protección y de amor hacia ese ser diminuto y hermoso que para mí supuso un antes y un después. Lo mismo me pasó con mi hermano pequeño.  Creo que inconscientemente, prometí protegerlos, cuidarlos por encima de todo, incluso por encima de mí misma. Eso me ayudo a sobrevivir, pues igual por mí, no sé si lo hubiera hecho. Esta manera de afrontar una situación,  me recuerda el caso de una amiga que supera una grave enfermedad siendo sus dos hijos la motivación más importante para seguir viva. Así, me convertí en el referente de mis hermanos y aunque lo hice como pude con las herramientas que disponía, durante muchos años y desde muy pequeña, ellos eran mi prioridad. Cuide de mi hermana, de mi hermano y también de mi padre, ya que ese rol de mama gallina le iba estupendo para no asumir responsabilidades. 
En la actualidad, he comenzado de verdad un proceso de autorealización y autodescubrimiento. Como una aprende a base de collejas, ha sido a través de la enfermedad, la cual me ha empujado a intentar descubrir quién soy y qué quiero realmente de la vida. Llegado este punto, es cuando comienzas a hacerte preguntas desde el corazón y te prometes ser sincera contigo misma, no hacerte más trampas al solitario. Ahora ya tienes la baraja y conoces el juego. Las respuestas van surgiendo poco a poco, tampoco tenemos porque saberlo todo, pero sí lo suficiente para encontrar esa paz que tanto anhelo y merezco. Por ello, al descubrir ese apego tan profundo con mis hermanos y el sufrimiento que hay detrás del mismo, he entendido el motivo por el cual siento ante ellos un huracán de sentimientos: rabia, enfado, tristeza, incomprensión, un amor desbordado, etc. que necesito sanar. 
Ha sido muy duro para mí, conectarme con sentimientos tan lejanos pero que condicionan mi vida y mi felicidad. Asimismo, me siento contenta por esta abertura emocional que tanto necesitaba aunque no se muy bien como gestionar, en ello estamos. 

Recomponiendo mi alma...

Conchi Gil



No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por tus aportaciones!